martes, 4 de junio de 2019

Diálogo y Apaciguamiento: Semejanzas Históricas (Reino Unido y Venezuela)


El 28 de mayo de 1940, eran 7 en total los integrantes del Gabinete de Guerra de Gran Bretaña, no habían encontrado respuesta a la cuestión existencial a que habían de plantar cara tanto ellos como el resto del mundo. Presidía el primer ministro Churchill. A un lado estaba Neville Chamberlain, el ex primer ministro, el hombre a quien Churchill había sustituido sin mucha ceremonia. Con razón o sin ella, a Chamberlain se le acusaba de haber subestimado fatalmente la amenaza de Hitler y de no haber conseguido detenerla.

El motivo de la reunión. ¿Debía luchar Gran Bretaña? ¿Era razonable enviar a jóvenes soldados británicos a morir en una guerra que tenía todas las trazas de acabar en derrota? ¿O deberían los británicos llegar a alguna clase de acuerdo que salvara cientos de miles de vidas? 

No creo que mucha gente sea plenamente consciente de lo cerca que estuvo Gran Bretaña de escurrir el bulto en 1940. Había voces muy serias e influyentes que deseaban la apertura de «negociaciones». En ese momento ya Francia estaba derrotada, las tropas inglesas atrapadas y esperando un milagro que permitiera retirarlas de vuelta a Inglaterra, la URSS e Italia apoyaban a Hitler, y USA seguía neutral. El embajador Francés quería "Diálogo"

Le dijo Churchill a Halifax que se olvidara del diálogo y la conciliación: así lo recoge la minuta: «El primer ministro afirmó que estaba muy claro que la intención de Francia era que el Signor Mussolini actuase de intermediario entre nosotros y Hitler». 

Churchill se manifestó decidido a no adoptar esa posición. Había comprendido con toda exactitud lo que implicaba el ofrecimiento. Gran Bretaña estaba en guerra con Alemania, y lo estaba desde el 1 de septiembre del año anterior. Era una guerra por la libertad y por los principios, por proteger a Gran Bretaña de una detestable tiranía.

Churchill sabía que en el momento mismo en que Gran Bretaña aceptase la oferta de mediación se relajaría todo el entramado de la resistencia. Desde Gran Bretaña se alzaría una bandera blanca, y se esfumaría toda voluntad de seguir combatiendo.


La bancada Tory (partido conservador) había vitoreado ostensiblemente a Chamberlain a su entrada en la cámara, para luego recibir en silencio a Churchill. Halifax siguió con su estrategia de negociar y conciliar con Hitler; esgrimía que así se obtendrían mejores condiciones, antes de que Francia saliera de la guerra como lo prevía.

La clase dirigente británica estaba plagada —o por lo menos visiblemente infectada— de partidarios de la política de apaciguamiento y de pro nazis. David Lloyd George quedó tan impresionado por Hitler que llegó a compararlo con George Washington. El Daily Mail hacía campaña para que se le dejaran las manos libres a Hitler en el este de Europa, para que así derrotara más a gusto a los bolcheviques. The Times había estado tan a favor de la política de apaciguamiento, tanto que eliminaban lo que pudiera ofender a los alemanes.

Churchill le dijo a Halifax que toda negociación con Hitler era una trampa que pondría a Gran Bretaña a su merced; Halifax replicó que no veía nada malo en la propuesta francesa.

Churchill en su discurso ante el Gabinete en pleno, dijo estas palabras: Durante estos últimos días he estado considerando seriamente si no estaría en el deber de plantearme la posibilidad de emprender negociaciones con Hitler. Pero de nada sirve pensar que si intentáramos la paz ahora conseguiríamos mejores condiciones que si combatiéramos. Los alemanes nos pedirían la flota —en nombre del desarme—, nuestras bases navales y mucho más. Nos tendríamos que convertir en un Estado esclavo.

El Gabinete negó la Conciliación y el Diálogo, en el año siguiente a esta decisión —la de combatir y no negociar— hallaron la muerte 30.000 hombres, mujeres y niños británicos, casi todos ellos a manos de los alemanes.

Sopesando ambas opciones —una paz humillante o una matanza de inocentes—, es difícil imaginar que alguno de los políticos británicos actuales tuviera el valor suficiente para hacer lo que hizo Churchill.

Churchill estaba dispuesto a correr con la responsabilidad porque veía las cosas con mucha más claridad. Tuvo el enorme y casi temerario coraje moral de comprender que el enfrentamiento sería terrible, pero que la rendición resultaría aún peor. Y tenía razón.

Tomado del Factor Churchill de Boris Johnson

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