miércoles, 26 de agosto de 2015

Recordando el cierre de la frontera

Ha pasado el tiempo desde que escribí este artículo. Hoy es Trump que tomas acciones contra gente humilde con lo del muro con la frontera mexicana y las deportaciones de inmigrantes. Trump representa mucho de lo que es el Chavismo, con otros ropajes. Un discurso agresivo, violento y descalificador como el del Chávez. La creación de enemigos externos e internos que son culpables de todo, y una destrucción de las bases democráticas, léase por ejemplo http://www.laconexionusa.com/noticias/20161221_1904532121.asp donde se describe como en una acción típica de la dictadura chavista, los republicanos quieren despojar de atribuciones al gobernador electo de Carolina del Norte.

Recordamos hoy como Maduro cerró la frontera con Colombia y expulsó a miles de ciudadanos humildes de forma humillante.  Un niño atravesando el rio con una cesta a su espalda y su carrito en la otra mano es el signo de un gobierno atroz.





Todo régimen totalitario busca excusas para iniciar una acción represiva, así recordamos el caso del incendio del Reichstag que utilizo Hitler para terminar de destruir la democracia.  Igual ocurrió con el régimen de Stalin y el asesinato de Serguei Kirov.

La historia del incendio del Reichstag como excusa de Hitler para controlar el poder de modo absoluto es la siguiente:


La noche del 27 de febrero de 1933, en  plena campaña electoral, el parlamento alemán fue destruido por las llamas. ¿Quién fue el culpable? El principal sospechoso y condenado a muerte fue un joven holandés: Van der Lubbe. Pero algunos historiadores han apuntado a una posible manipulación de los nazis para culpar de la autoría de este hecho a los comunistas. Esta hipótesis se apoya en el hecho de que algunos testigos declararon haber visto a más de una persona en el edificio, y en el uso a posteriori que Hitler y su partido hizo de este suceso, entre ellos ilegalizar al partido comunista, atribuyéndoles una conspiración para acabar con la estabilidad política alemana.   Hay que tener en cuenta que en ese momento los comunistas disponían en el parlamento de 100 diputados y el respaldo del 16,9% de los votos de las elecciones de noviembre de 1932, siendo la tercera fuerza del parlamento por detrás de los socialdemócratas, con 121 escaños en el Reichstag y con el 20,4% de los votos, y del partido nazi que contaba con 196 escaños y el 33% de los votos. 
 
El incendio fue la excusa perfecta para imponer dictatorialmente las ideas nacionalsocialistas. Hitler anuló importantes derechos fundamentales como la libertad de opinión, de prensa, de asociación y reunión, se suspendió el secreto epistolar y telegráfico, así como la garantía de la inviolabilidad del domicilio y se autorizó a la policía a prohibir reuniones. Se endurecieron delitos como la alta traición a la nación, que se podían castigar ahora hasta con pena de muerte. Todo ello fue instaurado con un decreto con nombre típico chavista, es decir fascista, “Decreto para la Protección del Pueblo y del Estado.
La historia del asesinato de Serguei Kirov usada como excusa por Stalin para controlar de modo absoluto el poder es la siguiente:



Serguei Kirov era, sin lugar a dudas, el segundo hombre más importante del Partido Comunista de la Unión Soviética, de gran popularidad, acababa de ser electo como miembro titular del Comité Central del PCUS con tan solo 3 votos en contra. Un resultado preocupante para el secretario general del partido y líder máximo de la Unión Soviética, Iosef Stalin, que también había sido electo pero con 300 votos en contra, lo que mostraba el gran rechazo a su figura.

Dos horas después de la muerte de Kírov, Stalin firmaba un «decreto contra actos terroristas». En el entierro Stalin se despidió de él diciendo: «Adiós, mi querido amigo, descansa en paz. Nosotros te vengaremos». Con la llamada «Ley Kírov» Stalin se puso por encima de la justicia. Lo verdaderamente importante de la muerte de Kírov fue que representó la última barrera ante el ejercicio sin restricciones de la autoridad. La ley autorizaba a la policía secreta a detener a los sospechosos, a juzgarlos sin defensa y a ejecutarlos. La Ley Kírov se convirtió en el instrumento para destruir a miles de miembros del Partido, a los que se definió como «enemigos del pueblo». En diciembre de 1934, resulto que cualquier oponente a las politicas y liderazgo de Stalin fue adscrito a un «centro de Leningrado» o a un «centro de Moscú», acusados todos ellos de haber conspirado en el asesinato de Kírov.



Un análisis del destino de los representantes en el congreso del Partido en 1934 nos da una idea de hasta dónde llegó la represión. De los mil novecientos noventa y seis delegados que participaron, mil ciento ocho fueron ejecutados en un período de tres años. Se trataba, sin duda, de la victoria de Stalin sobre el Partido. Desde ese momento, el Partido Comunista estaba absolutamente controlado por Stalin.

Las pruebas acusatorias contra Stalin como inductor directo del asesinato de Kirov fueron aplastantes: la mañana del 1° de diciembre de 1934 había desaparecido la guardia de seguridad del palacio Smolny, centro del poder bolchevique en Leningrado, lo que le permitió al asesino, Leonidas Nikolayev, un modesto obrero comunista, hambriento y desempleado provisto de documentos de identidad como militante bolchevique, pasearse a sus anchas por el desierto edificio, ocultarse en un baño, ver pasar a Kirov hasta su despacho, seguirlo y dispararle en la nuca con un revolver provisto por el partido, sin encontrar el menor obstáculo. El chofer y guardaespaldas de Kirov, un hombre débil y enfermo incapaz de cumplir su tarea, fue convocado de urgencia por Stalin, que se trasladara desde Moscú para dirigir personalmente las investigaciones – para someterlo a un interrogatorio, encontrando la muerte en un extraño accidente mientras conducía su destartalado camión por las pésimas carreteras a las que se adentrara. Pocos dudaron de la responsabilidad de Stalin y sus hombres en esa extraña y oportuna muerte.


Hoy, el chavismo utiliza un atentado a militares en la frontera, donde solo hubo heridos, como justificación para cerrar la frontera y establecer un estado de excepción en varios municipios del país. El hecho en sí, por su magnitud no justifica estas decisiones de atropello a la democracia, a los ciudadanos y a los derechos humanos; pero los totalitarismos siempre crearan una justificación para tomar acciones que le permitan mantener o establecer un poder y control absoluto de la sociedad. Sabrá dios que objetivos ocultos tienen los que enceguecidos por la gula del poder temen que las elecciones parlamentarias decreten su fin, ya que hoy no tienen ni apoyo del pueblo, ni autoridad moral ni praxis ética reconocida. Su corrupción, su clientelismo, su nepotismo, su negligencia e ineptitud son reconocidos por la población  como sus mayores méritos.



Maduro dice que todo lo que hace lo hace con amor y respeto. Pero Hitler y Stalin siempre, lean sus discursos, decían que amaban como nadie a su pueblo. Stalin “el padrecito”, y Hitler el Funher (el líder, el comandante supremo) ambos amorosos, llenaron de dolor y sangre a su pueblo.  En la inquisición Torquemada quemaba a las pobres mujeres acusadas de brujas porque las amaba tanto que las tenía que quemar para purificarlas y darles paso al paraíso. En Venezuela, el chavismo ama tanto a su pueblo que lo reprime, lo encarcela, lo obliga a hacer terribles colas para comprar alimentos, los hace humillarse ante el poder de la elite del partido para poder sobrevivir, y deporta represivamente  a gente humilde y empobrecida de nuestro hermana Colombia, se ensaña contra los más humildes demoliendo sus casas, vejando a mujeres y traumando a niños; pero lo hace con amor desde su poder y su lujo en Miraflores.

Que de cosas dirían estos revolucionarios Chavistas si Obama deportara de la misma manera a mejicanos humildes de cualquier pueblo de la frontera de USA con Méjico. Lamentablemente la hipocresía y la maldad del régimen son inmensas.  



La visión militarista y de pensamiento único cimienta el camino del odio, la represión y la dictadura. Ojala se alejen de ello, y que la razón, el verdadero amor y respeto al pueblo, a los que piensan distintos lo hagan cambiar y entiendan que un gobierno no es una sarta de fanáticos que posee la única verdad, ni una elite de saqueadores sino administradores de una sociedad de hombres libres, con emprendimientos, ideas, sentimientos, gustos,…, distintos.

Venancio Loval