viernes, 25 de noviembre de 2011

Sobre Hackers, Ética y Fascismo

Un movimiento hackers de chavistas se jacta de intervenir y manipular con impunidad las cuentas twitter de la oposición. Estos hackers no se parecen en nada  a aquellos estudiantes valerosos que exponían su futuro protestando contra abusos del gobierno, mas bien parecen engendros similares a aquellos que participaban en los comités de censura del nazismo, del mackartismo, del estalinismo y de aquella recordada inquisición española. Palabras fuertes dirán algunos, pero no es por un ideal que se dedican a su tarea, claramente se intuye que están financiados, apoyados y protegidos por el gobierno. ¿Que arriesgan? Nada, solo obtienen beneficios: un salario, financiamiento o favores especiales por su servicio de censores y represores de la libre opinión. 

Hackear una cuenta de twitter es como quemar un libro, como intervenir un periódico o una radio. El único trofeo del que pueden alardear es el de ser verdugos de la libre opinión.

No son héroes de nada, hackear una cuenta lo hacen hasta jóvenes imberbes, solo se requiere tiempo y alguien que los mantenga, y en este caso una conciencia similar al del verdugo o al del portero de aquellos clubes que solo permitían el ingreso de blancos, solo requieren tener en el alma el gusano del inquisidor, del censurador y del propagandista nazi.  Me los imagino en un ambiente tipo CIA, STASI y KGB. Un departamento más de una agencia de inteligencia del gobierno, donde poco pueden disentir, y como los censores de hoy y antaño hacen su trabajo por un salario.

A veces recuerdo como hackers (extrapolando la palabra)  similares a estos destruyeron la reputación de muchos revolucionarios rusos para que después Stalin los fusilara.

¿Cual es la ética de un hacker de este tipo? ¿Cual es su moral? Representan más el lado fascista de la izquierda, que el lado amable y solidario. La ética del verdugo, del inquisidor, del abuso de poder. No son más que la mano sucia que hace el trabajo de  ese gran hermano totalitario que es el estado chavista.

Venancio Loval

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