El 28 de mayo de 1940, eran 7 en
total los integrantes del Gabinete de Guerra de Gran Bretaña, no habían
encontrado respuesta a la cuestión existencial a que habían de plantar cara
tanto ellos como el resto del mundo. Presidía el primer ministro Churchill. A
un lado estaba Neville Chamberlain, el ex primer ministro, el hombre a quien
Churchill había sustituido sin mucha ceremonia. Con razón o sin ella, a
Chamberlain se le acusaba de haber subestimado fatalmente la amenaza de Hitler
y de no haber conseguido detenerla.
El motivo de la reunión. ¿Debía
luchar Gran Bretaña? ¿Era razonable enviar a jóvenes soldados británicos a
morir en una guerra que tenía todas las trazas de acabar en derrota? ¿O
deberían los británicos llegar a alguna clase de acuerdo que salvara cientos de
miles de vidas?
No creo que mucha gente sea
plenamente consciente de lo cerca que estuvo Gran Bretaña de escurrir el
bulto en 1940. Había voces muy serias e influyentes que deseaban la apertura
de «negociaciones». En ese momento ya Francia estaba derrotada, las tropas
inglesas atrapadas y esperando un milagro que permitiera retirarlas de
vuelta a Inglaterra, la URSS e Italia apoyaban a Hitler, y USA seguía
neutral. El embajador Francés quería "Diálogo"
Le dijo Churchill a Halifax que
se olvidara del diálogo y la conciliación: así lo recoge la minuta: «El primer ministro afirmó que estaba muy
claro que la intención de Francia era que el Signor Mussolini actuase de
intermediario entre nosotros y Hitler».
Churchill se manifestó decidido a no adoptar esa
posición. Había comprendido con
toda exactitud lo que implicaba el ofrecimiento. Gran Bretaña estaba en guerra
con Alemania, y lo estaba desde el 1 de septiembre del año anterior. Era una
guerra por la libertad y por los principios, por proteger a Gran Bretaña de una
detestable tiranía.
Churchill sabía que en el momento
mismo en que Gran Bretaña aceptase la oferta de mediación se relajaría todo el
entramado de la resistencia. Desde Gran Bretaña se alzaría una bandera blanca,
y se esfumaría toda voluntad de seguir combatiendo.
La bancada Tory (partido
conservador) había vitoreado ostensiblemente a Chamberlain a su entrada en la
cámara, para luego recibir en silencio a Churchill. Halifax siguió con su estrategia
de negociar y conciliar con Hitler; esgrimía que así se obtendrían mejores
condiciones, antes de que Francia saliera de la guerra como lo prevía.
La clase dirigente británica
estaba plagada —o por lo menos visiblemente infectada— de partidarios de la
política de apaciguamiento y de pro nazis. David Lloyd George quedó tan
impresionado por Hitler que llegó a compararlo con George Washington. El Daily
Mail hacía campaña para que se le dejaran las manos libres a Hitler en el este
de Europa, para que así derrotara más a gusto a los bolcheviques. The Times
había estado tan a favor de la política de apaciguamiento, tanto que eliminaban
lo que pudiera ofender a los alemanes.
Churchill le dijo a Halifax que
toda negociación con Hitler era una trampa que pondría a Gran Bretaña a su
merced; Halifax replicó que no veía nada malo en la propuesta francesa.
Churchill en su discurso ante el
Gabinete en pleno, dijo estas palabras: Durante estos últimos días he estado
considerando seriamente si no estaría en el deber de plantearme la posibilidad
de emprender negociaciones con Hitler. Pero de nada sirve pensar que si
intentáramos la paz ahora conseguiríamos mejores condiciones que si
combatiéramos. Los alemanes nos pedirían la flota —en nombre del desarme—,
nuestras bases navales y mucho más. Nos tendríamos que convertir en un Estado
esclavo.
El Gabinete negó la Conciliación
y el Diálogo, en el año siguiente a esta decisión —la de combatir y no
negociar— hallaron la muerte 30.000 hombres, mujeres y niños británicos, casi
todos ellos a manos de los alemanes.
Sopesando ambas opciones —una paz
humillante o una matanza de inocentes—, es difícil imaginar que alguno de los
políticos británicos actuales tuviera el valor suficiente para hacer lo que
hizo Churchill.
Churchill estaba dispuesto a
correr con la responsabilidad porque veía las cosas con mucha más claridad. Tuvo
el enorme y casi temerario coraje moral de comprender que el enfrentamiento
sería terrible, pero que la rendición resultaría aún peor. Y tenía razón.
Tomado del Factor Churchill de Boris Johnson
No hay comentarios:
Publicar un comentario