Ha pasado el tiempo desde que escribí este artículo.
Hoy es Trump que tomas acciones contra gente humilde con lo del muro con la
frontera mexicana y las deportaciones de inmigrantes. Trump representa mucho de
lo que es el Chavismo, con otros ropajes. Un discurso agresivo, violento y
descalificador como el del Chávez. La creación de enemigos externos e
internos que son culpables de todo, y una destrucción de las bases
democráticas, léase por ejemplo http://www.laconexionusa.com/noticias/20161221_1904532121.asp
donde se describe como en una acción típica de la dictadura chavista, los republicanos
quieren despojar de atribuciones al gobernador electo de Carolina del Norte.
Recordamos hoy como Maduro cerró la frontera con
Colombia y expulsó a miles de ciudadanos humildes de forma humillante. Un
niño atravesando el rio con una cesta a su espalda y su carrito en la otra mano
es el signo de un gobierno atroz.
Todo régimen
totalitario busca excusas para iniciar una acción represiva, así recordamos el
caso del incendio del Reichstag que utilizo Hitler para terminar de destruir la
democracia. Igual ocurrió con el régimen
de Stalin y el asesinato de Serguei Kirov.
La noche del 27 de febrero de 1933, en plena campaña electoral, el parlamento alemán
fue destruido por las llamas. ¿Quién fue el culpable? El principal sospechoso y
condenado a muerte fue un joven holandés: Van der Lubbe. Pero algunos
historiadores han apuntado a una posible manipulación de los nazis para culpar
de la autoría de este hecho a los comunistas. Esta hipótesis se apoya en el
hecho de que algunos testigos declararon haber visto a más de una persona en el
edificio, y en el uso a posteriori que Hitler y su partido hizo de este suceso,
entre ellos ilegalizar al partido comunista, atribuyéndoles una conspiración para acabar con la
estabilidad política alemana. Hay que
tener en cuenta que en ese momento los comunistas disponían
en el parlamento de 100 diputados y el respaldo del 16,9% de los votos de las
elecciones de noviembre de 1932, siendo la tercera fuerza del parlamento por
detrás de los socialdemócratas, con 121 escaños en el Reichstag y con el 20,4%
de los votos, y del partido nazi que contaba con 196 escaños y el 33% de los
votos.
El incendio fue la excusa perfecta para imponer
dictatorialmente las ideas nacionalsocialistas. Hitler anuló importantes
derechos fundamentales como la libertad de opinión, de prensa, de asociación y
reunión, se suspendió el secreto epistolar y telegráfico, así como la garantía
de la inviolabilidad del domicilio y se autorizó a la policía a prohibir
reuniones. Se endurecieron delitos como la alta traición a la nación, que se
podían castigar ahora hasta con pena de muerte. Todo ello fue instaurado con un
decreto con nombre típico chavista, es decir fascista, “Decreto para la Protección del Pueblo y del Estado.
Mas sobre el incendio del Reichstag en:
http://reflexionvenezuela.blogspot.com/2013/11/hitler-maduro-y-la-ley-habilitante.html
La historia del
asesinato de Serguei Kirov usada como excusa por Stalin para controlar de modo
absoluto el poder es la siguiente:
Serguei Kirov era, sin lugar a
dudas, el segundo hombre más importante del Partido Comunista de la Unión
Soviética, de gran popularidad, acababa de ser electo
como miembro titular del Comité Central del PCUS con tan solo 3 votos en
contra. Un resultado preocupante para el secretario general del partido y líder
máximo de la Unión Soviética, Iosef Stalin, que también
había sido electo pero con 300 votos en contra, lo que mostraba el gran rechazo a su figura.
Dos horas después de la muerte de Kírov, Stalin
firmaba un «decreto contra actos terroristas». En el entierro Stalin se
despidió de él diciendo: «Adiós, mi querido amigo, descansa en paz. Nosotros te
vengaremos». Con la llamada «Ley Kírov» Stalin se puso por encima de la
justicia. Lo verdaderamente importante de la muerte de Kírov fue que representó
la última barrera ante el ejercicio sin restricciones de la autoridad. La ley
autorizaba a la policía secreta a detener a los sospechosos, a juzgarlos sin
defensa y a ejecutarlos. La Ley Kírov se convirtió en el instrumento para
destruir a miles de miembros del Partido, a los que se definió como «enemigos
del pueblo». En diciembre de 1934, resulto que cualquier oponente a las politicas y liderazgo de Stalin fue adscrito a
un «centro de Leningrado» o a un «centro de Moscú», acusados todos ellos de
haber conspirado en el asesinato de Kírov.
Un análisis del destino de los representantes
en el congreso del Partido en 1934 nos da una idea de hasta dónde llegó la
represión. De los mil novecientos
noventa y seis delegados que participaron, mil ciento ocho fueron ejecutados en
un período de tres años. Se trataba, sin duda, de la victoria de Stalin sobre
el Partido. Desde ese momento, el Partido Comunista estaba absolutamente
controlado por Stalin.
Las pruebas acusatorias contra
Stalin como inductor directo del asesinato de Kirov fueron aplastantes: la
mañana del 1° de diciembre de 1934 había desaparecido la guardia de seguridad
del palacio Smolny, centro del poder bolchevique en Leningrado, lo que le
permitió al asesino, Leonidas Nikolayev, un modesto obrero comunista,
hambriento y desempleado provisto de documentos de identidad como militante
bolchevique, pasearse a sus anchas por el desierto edificio, ocultarse en un
baño, ver pasar a Kirov hasta su despacho, seguirlo y dispararle en la nuca con
un revolver provisto por el partido, sin encontrar el menor obstáculo. El
chofer y guardaespaldas de Kirov, un hombre débil y enfermo incapaz de cumplir
su tarea, fue convocado de urgencia por Stalin, que se trasladara desde Moscú
para dirigir personalmente las investigaciones – para someterlo a un
interrogatorio, encontrando la muerte en un extraño accidente mientras conducía
su destartalado camión por las pésimas carreteras a las que se adentrara. Pocos
dudaron de la responsabilidad de Stalin y sus hombres en esa extraña y oportuna
muerte.
Hoy, el chavismo utiliza un atentado a militares en la
frontera, donde solo
hubo heridos, como justificación para cerrar la frontera y establecer un estado
de excepción en varios municipios del país. El hecho en sí, por su magnitud no
justifica estas decisiones de atropello a la democracia, a los ciudadanos y a
los derechos humanos; pero los totalitarismos siempre crearan una justificación
para tomar acciones que le permitan mantener o establecer un poder y control
absoluto de la sociedad. Sabrá dios que objetivos ocultos tienen los que enceguecidos
por la gula del poder temen que las elecciones parlamentarias decreten su fin,
ya que hoy no tienen ni apoyo del pueblo, ni autoridad moral ni praxis ética reconocida. Su corrupción, su clientelismo, su nepotismo, su negligencia e ineptitud
son reconocidos por la población como
sus mayores méritos.
Maduro dice que todo lo que hace lo hace con
amor y respeto. Pero Hitler y Stalin siempre, lean sus discursos, decían que
amaban como nadie a su pueblo. Stalin “el padrecito”, y Hitler el Funher (el líder,
el comandante supremo) ambos amorosos, llenaron de dolor y sangre a su pueblo. En la inquisición Torquemada quemaba a las
pobres mujeres acusadas de brujas porque las amaba tanto que las tenía que
quemar para purificarlas y darles paso al paraíso. En Venezuela, el chavismo ama
tanto a su pueblo que lo reprime, lo encarcela, lo obliga a hacer terribles
colas para comprar alimentos, los hace humillarse ante el poder de la elite del
partido para poder sobrevivir, y deporta represivamente a gente humilde y empobrecida de nuestro
hermana Colombia, se ensaña contra los más humildes demoliendo sus casas,
vejando a mujeres y traumando a niños; pero lo hace con amor desde su poder y
su lujo en Miraflores.
Que de cosas dirían estos revolucionarios
Chavistas si Obama deportara de la misma manera a mejicanos humildes de
cualquier pueblo de la frontera de USA con Méjico. Lamentablemente la hipocresía
y la maldad del régimen son inmensas.
La
visión militarista y de pensamiento único cimienta el camino del odio, la
represión y la dictadura. Ojala se alejen de ello, y que la razón, el verdadero
amor y respeto al pueblo, a los que piensan distintos lo hagan cambiar y
entiendan que un gobierno no es una sarta de fanáticos que posee la única
verdad, ni una elite de saqueadores sino administradores de una sociedad de
hombres libres, con emprendimientos, ideas, sentimientos, gustos,…, distintos.
Venancio Loval
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