Mis amigos, mis grupos más cercanos, éramos
anticlericales, antimilitaristas, anti imperialistas, éramos de izquierda pero
amantes de la libertad.
Recuerdo las discusiones y conversaciones
políticas que se hacían en casa, en el liceo, en la Universidad, en el trabajo.
Pero eso es pasado, ya no existen, guardamos silencio ante una idea que no compartimos dependiendo
de quién visite a quien; afirmamos con la cabeza,
callados en un silencio que lo dice todo; o simplemente evitamos cualquier encuentro, y nos
vamos olvidando el uno del otro, poco a poco.
Siempre decíamos que se debía luchar por la igualdad
de los hombres, por la libertad de manifestar y opinar. Nos enorgullecíamos de una
historia de protesta firme ante el poder, ante el gobierno, ante los
militares. Siempre estábamos del lado de los sin poder, de la representación de
las minorías, y de la democracia.
Me forme creyendo que es un deber luchar por la
libertad de opinión, la libertad de crítica contra el poder establecido. Me
forme con la fuerte idea de que nunca puedes perseguir y encarcelar a nadie
solo por sus ideas. Me forme en la convicción de la igualdad de todos los
hombres, y del derecho a tener igualdad de oportunidades y posibilidades de
crecimiento.
En mis días universitarios, como todos ustedes,
pateamos las calles por la autonomía universitaria, repudiando las bandas armadas
de los adecos (mínimas e inocentes comparadas con lo que hoy son los colectivos) porque se usaban para ejecutar actos represivos ilegales sin
comprometer el Estado. Repudiábamos los allanamientos de las
universidades, el recorte del presupuesto de las universidades.
Principalmente, recuerdo como estremecía,
como dolía, y como salíamos a protestar con fuerza cuando asesinaban
estudiantes, jóvenes, venezolanos.
Recuerdo que hablábamos con desprecio de como
AD y Copei elegían a dedo los gobernadores, como se apropiaban de las
instituciones del Estado, partidizandolas.
También recuerdo mucho nuestro sentimiento fuertemente
anti militar.
Recuerdo que no justificamos los medios por el
fin que se buscaba, y que teníamos sensibilidad ante el dolor de los otros. La
capacidad de ponerse en los pantalones del otro, en sus vivencias
Todos los hombres cambian, porque tienen más
vivencias, por que leen, estudian, analizan, viven, razonan. Lo que no cambia, es la parte espiritual, si eres un hombre correcto, honesto, visceral, emotivo,
con dignidad, lo seguirás siendo.
¿Puedes ser un hombre correcto y estar del
lado del mal? ¿Un hombre correcto, puede
aceptar las persecuciones, los asesinatos, el saqueo descarado, el control de todo un
país por un partido? Si es así, no eres tan correcto como piensas.
Yo conocí a un joven de 22 años, con sueños,
honesto, libertario. Un joven que podría ser mi hijo o mi hija, sus hijos, o
sus sobrinos. Y una de esas tardes de asesinatos, he visto su cuerpo muerto en
las redes, he visto el video, donde la saña represiva de este régimen (SEBIN.
GNB y Colectivos), que para mí es dictadura, lo asesina.
Yo he conocido de primera mano, muy cercano, a un joven ingeniero, decente, inteligente, honrado. Fue votado de
PDVSA, luego de SINCOR y después de SIDOR, haciéndole la vida imposible en este
país donde nació y que tuvo que abandonar, no porque quería sino porque fue
obligado.
Yo he vivido personalmente, amenazas de
militares “revolucionarios” que me juraban que nunca tendría trabajo en el Estado
y sus empresas, Estado que no es de todos sino del partido. Partido que como la
nada de la novela “La Historia Sin Fin” se come todo a su paso.
He visto con vergüenza como en espacios que
deben de ser de todos los venezolanos, los convierten en un repugnantes centros
de culto a la personalidad de Hugo Chávez, del partido PSUV y de la falsa
revolución.
He visto como la corrupción de los militares y
de la élite del partido no solo se conformaba con robar, sino que además
destruía lo que caía en sus manos. Destruyeron la operación de PDVSA,
destruyeron SIDOR, empresas donde trabaje por muchos años y me consta.
Todo está inmoralidad ética (valga la
redundancia) que día a día practica la élite chavista me lleva a
recordar aquellos años, de mis 20, de los años universitarios donde una izquierda
idealista, de la que formaba parte, decía iba a cambiar el país para bien.
Aquellos años en los que sacábamos de nuestro bolsillo para emitir un
periódico, o ayudar en algún evento; aquellos días en la que dábamos y no
robábamos, que pedíamos libertad y no la quitábamos, que pedíamos no al
militarismo y no lo imponíamos, que decíamos No a la Censura y no la
implantábamos, que gritábamos Libertad para los presos políticos y no los
encarcelábamos ni los reteníamos en sus celdas y en su tortura.
Esto que contemplan a diario: las mafias del
CLAP, del acero, del cemento, del lubricante, de CADIVI o como se llame, todas
manejadas por el partido; las calles ensangrentadas de jóvenes que como ustedes
en los 70 y 80 salían a la calle a protestar con idealismo, honestidad y amor;
los delincuentes "colectivos" usados como fuerzas de choque para simular el apoyo
del pueblo y reprimir violando los derechos humanos y exculpando cínicamente al
estado; la militarización de todo el país; el despojo del salario del
venezolano llevado como dicen los abogados con alevosía y premeditación a
salarios de hambre con el solo objetivo de chantajear, controlar y transformar
en mansos siervos a la población entera. ¿Todo esto que contemplan vale la
pena? ¿Todo esto que no es más que un infierno se justifica por el fin que
ustedes creen vislumbrar? Un fin tan etéreo, brumoso y falso como todos esos
fines hermosos que han llenado de dolor, sangre y atraso al mundo.
Si existiera Dios, si existiese la otra vida,
que triste seria para ustedes el comprender que hacían el mal pensando que
hacían el bien.
Yo sigo tratando de mantener esa parte
espiritual que me ha servido de guía durante toda mi vida, tratar de ser hombre
correcto, honesto, justo, visceral en sus momentos, con dignidad, respetuoso
del otro y de sus ideas. Pero que difícil, como decía Camus, es ser lo que se
es, más en medio de esta falsa revolución que se disfraza de amor, libertad
e igualdad cuando lo que procura es exactamente todo lo contrario.
Me entristece enormemente que ustedes continúen
apoyando esta dictadura criminal, a pesar que muchos compañeros vuestros en ese
falso viaje revolucionario chavista ya se han dado cuenta de la naturaleza
dictatorial y totalitaria del régimen, de la maldad, del militarismo, de la corrupción,
de la represión asesina, y por tanto ya no apoyan este proceso. Eso lo han
hecho hombres como Eric Evans, Toby Valderrama, Oscar Bataglini, Luisa Ortega Díaz,
y muchos más que antes fueron cercanos al chavismo. Pero ustedes, inexplicablemente para mí,
permanecen al lado del mal.
Me entristece escucharlos y leerlos
justificando o restándole importancia a los asesinatos de cientos de jóvenes
venezolanos. Entristece verlos despojarse de ese sentimiento de empatía ante la
realidad de los otros, ante dolor de los otros, y cegarse sin explicación
alguna ante los desmanes de un régimen militarista, corrupto, incapaz y
asesino.
No hay crítica, no hay sentido común, veo mucho
de fanatismo, mucho culto a la personalidad, y mucha fe ciega, mientras el país se
destruye, las familias se rompen, y Venezuela se hace un lugar invivible para
gente que quiera trabajar y vivir con dignidad y libertad.
Podrán sentir que son los buenos, que son los
revolucionarios, los que aman más a la patria, pero para tristeza de ustedes la
historia ya registro como nunca antes, toda la maldad que el régimen, que
ustedes apoyan, ha cometido
Todo eso duele, pero lo que más duele, es
verlos, apoyando una dictadura, cruel, corrupta y
asesina. Rodeados de un infierno y creyendo que caminan al paraíso.